Juan Vucetich

 

Prólogo
El Datiloscopista

Es cierto, y de toda verdad, que los hechos históricos dispuestos en los calendarios, como hitos de la evocación, concitan no pocas veces el momento inexorable y alto de la reflexión, tanto sobre ellos cuanto sobre sus protagonistas, así como sobre los que estuvieron en la hazaña y la trascendencia de tales hechos. El hecho científico no escapa a esta versión o signatura, pues no en balde, el primer día de septiembre de 1891, un inteligente y tesonero como Juan Vucetich, con sus primeros treinta y tres años de vida, hace la botadura de una nueva nave a surcar desde la entonces modesta y muy joven urbe, como La Plata, el inmenso y desconocido orbe de la identificación humana (dactiloscopia).

Existen diversos caminos para regresar a ese glorioso pasado de hace apenas ciento diez años, a las técnicas de entonces, al modesto espacio que Vucetich contaba en el Departamento Central de Policía, con todo cuanto luego se sumara, así como los que luego siguieron, apoyaron y reconocieron a Vucetich, como el lejano Comisario Inspector Eduardo M. Álvarez, el profesor Antonio herrero, los doctores Luis Reyna Almandos y Sislán Rodríguez y el profesor Francisco Latzina, entre muchos otros, y cuantos los demás que después vinieron en la opinión y los estudios en Argentina y desde todas partes del mundo, porque no en vano el sistema vucetichiano se erige en la “expresión perfecta de la identidad”, en todos sus aspectos, puesto que es el método infalible y matemático de comprobarla y porque todos sus elementos esenciales se reúnen en él científica y orgánicamente (Luis Reyna Almandos).

Por gracia de muchos otros que la historia recuerda en sus páginas, esa “oficina”, del primer día de septiembre de 1891 hoy persiste en la Dirección de Antecedentes Personales, donde sus hombre y mujeres rinden cotidiano homenaje al sabio en la específica tarea de identificar, aplicando todo cuanto un hombre dejara incólume para la posteridad, el que viera la luz el 20 de Julio de 1858 en Lesina, localidad de la isla de Hvar en el archipiélago dálmata, perteneciente entonces al imperio austrohúngaro, de población serbocroata, y que cerrara sus ojos para la eternidad en Dolores, provincia de Buenos aires, el 25 de Enero de 1925. Y a pesar de algunos detractores de la envidia y de la ignorancia, todos los días triunfa sin esfuerzo y permanentemente tiene éxito en su aplicación aquí, desafiando siempre ese futuro inefable, desconocido y misterioso, que solo conoce la Providencia.

Hoy no resulta nada difícil comprender los reconocimientos ulteriores, así como las razones que tuvo el jefe de Policía, Coronel Adolfo Marsillach cuando el 17 de Septiembre de 1947 para imponer el nombre del sabio a una escuela de cadetes fundada el 27 de junio de 1941, durante la jefatura policial del Coronel Enrique J. Rottjer, instituto con actual y definitivo asiento en el casco y predios de la ex estancia San Juan de Pereyra Iraola. El sistema dactiloscópico y su autor no sólo se encuentran en las placas, en los mármoles y en las estatuas, pues perduran en la Dirección de Antecedentes Personales, así como en los corazones y en las mentes de todos los hombres del bien, de gratitud y de memoria de todo el mundo, comenzando por los argentinos, por no decir los de la provincia de Buenos Aires. Y por no decir de los platenses.